En agosto de 2018 fui invitada a participar como formadora en un espacio llamado “Escuela Mesoamericana para Mujeres Indígenas, Negras y Campesinas de Centroamérica y el Sur de México”. Por primera vez viajé a Honduras, un país del que poco se escuchaba por estos territorios, pero que empezó a figurar en los medios de comunicación a partir de la noticia de que cientos de personas estaban migrando en caravanas hacia la búsqueda de una vida con mejores oportunidades laborales y económicas.
Recuerdo que hicimos un viaje de casi tres días, por tierra, hasta llegar a un lugar llamado “Vallecito”, antes de llegar a ese pequeño paraíso “la tierra prometida” cómo le llaman sus habitantes, pasamos en medio de plantíos de palma africana. Las hermanas y hermanos garífunas nos recibieron con mucha amabilidad, durante esos días de trabajo y formación audiovisual pude conocer historias muy fuertes de violencia y represión que estaban viviendo las compañeras que ahí llegaron convocadas para participar. Eran mujeres líderes, defensoras de sus territorios, muchas de ellas también judicializadas, perseguidas, violentadas.
Además de los talleres de formación audiovisual, también se desarrollaron espacios de sanación espiritual con la presencia de una compañera de Guatemala. En lo personal fueron días muy fuertes y necesarios para replantear lo que estaba trabajando como cineasta. Durante muchos años había estado en la producción audiovisual sin voltear mucho hacia el tema de las mujeres, aun cuando en los contextos que me ha tocado vivir tanto en lo individual y colectivo he presenciado múltiples violencias hacia nosotras las mujeres.
A partir de ese espacio, creo haber estado más sensible a los temas que tenían que ver con territorio y mujeres, me preguntaba ¿Por qué somos las mujeres las primeras en poner el cuerpo en la defensa de nuestros territorios? Y muy certeramente las respuestas se fueron dando en ese proceso de acompañamiento espiritual, porque las mujeres hemos estado íntimamente ligadas a la tierra, a la naturaleza, al conocimiento de la luna y los saberes ancestrales, porque reconocemos en la tierra a la madre que nos amamanta, nos cobija y nos recibe en su vientre cuando morimos.
De todo lo anterior surge Por la vida, un documental centrado en las luchas y resistencias de mujeres lencas que se tejen día a día para construir el buen vivir por medio de alternativas comunitarias al extractivismo y al patriarcado, a pesar de un contexto devastador, el de Honduras.
A unos días de haber iniciado el rodaje, nos alcanzó la noticia del COVID-19, incrédulos seguimos rodando, hasta que anunciaron el cierre de fronteras y se aplicó el estado de excepción que nos hizo detener el rodaje y buscar los medios para regresar a México. Hoy desde México y desde la residencia artística estamos replanteando el camino que tomará el documental, ante la incertidumbre de lo que nos espera en los meses venideros.